Subida de la luz
Pediré disculpas por mi lenguaje soez antes de comenzar a escribir. Si hay alguien que se ofende con facilidad ante la vulgaridad de algunas palabras de nuestra preciosa lengua castellana debe dejar de leer ahora mismo, no quiero ser el causante de ninguna jaqueca en su delicado cerebro.
Que fácil es hablar la subida de
la luz desde un altar de terciopelo hecho a medida, qué fácil es hablar de la
calidad de la educación pública desde un lujoso barrio de la capital, que fácil
es hablar de la calidad de la sanidad cuando a uno lo atienden con la alfombra
roja cuando llega al hospital con dolor en los genitales. Que fácil es ser
importante en el mundo de los vulgares.
No siendo ira ni dolor, solo asco
y repugnancia, por una variante de la raza humana que ha ido creciendo a lo
largo de los siglos hasta convertirse en una lacra pestilente que destruye
todos los valores sin llegar a rozarlos ni con la punta de los dedos. Una clase
de engendros hechos a medida por el sistema para mantener el silencio cómplice
de todos los votantes que han depositado en ellos su confianza. Unos actores
bien pagados que siguen el guion establecido sin cambiar ni una sola coma en lo
que otros, más inteligentes, pero igual de cretinos y arrogantes, se dedican a
escribirles. No es odio, hace años que he decidido no odiar a nadie jamás, es
solo decepción. Decepción por estar participando en la manutención de la basura
humana que nos dirige desde un congreso que no sirve para llegar a acuerdos,
sino para insultar y culpar al contrario hasta crear en la población tal
cansancio mental que solo escuche al que piensa como ellos. Pero no pasa nada,
amigos míos, podéis seguir culpando al que no dice lo que os gusta mientras el
títere encargado de entreteneros a vosotros sigue endulzando vuestras neuronas
con palabras escritas con tinta china sobre papel mojado.

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